Comer alimentos cultivados en forma local hoy puede reducir los problemas medioambientales globales del futuro
Tal como están las cosas, obtener alimentos de la granja a la mesa tiene un costo medioambiental. Esto sería la mala noticia. Entre el cultivo de granos, la ganadería intensiva y el uso extractivo de tierra cultivable, la agricultura industrial es responsable del 20 por ciento de los gases de efecto invernadero generados por el ser humano.
La buena noticia es que el movimiento de la granja a la mesa tiene el objetivo de minimizar las amenzas del medioambiente generadas por la agricultura convencional. La iniciativa busca apoyar y ampliar las prácticas de cultivos locales, de preferencia orgánicos, para reducir el impacto negativo que genera la agricultura industrial en el medio ambiente. Su objetivo es acortar las distancias entre los espacios productivos y el consumidor.
Cuando los alimentos se producen y consumen en forma local, se reduce el uso de recursos para el abastecimiento, la preparación y el embalaje. Una menor distancia de transporte se traduce en un menor uso de combustibles fósiles y menos emisiones para que los alimentos lleguen a destino. Debido a que un tercio de los alimentos producidos se desperdician entre el proceso de cosecha y consumo, cuanto menor sea la distancia de traslado de los alimentos mayor será el procentaje de producción que se utilice. Donde sea viable, la estrategia de la granja a la mesa es una solución simple y ecológica ante los desafíos medioambientales de la agricultura actual.
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